Obras maestras

Focus

February, 2018

La alta artesanía llega a la fábrica: Riccardo Renzetti, maestro guillocheur, desvela los secretos de su precioso arte.

Riccardo Renzetti, hombre de gran cultura, con un sentido del humor excelso. Como los grandes genios. Y enfermizamente perfeccionista, como los mejores artistas. La labor que con amor y dedicación realiza todos los días en un pequeño taller de Milán es un arte antiguo que está desapareciendo poco a poco. Tal vez usted desconozca el nombre pero, casi con total seguridad, habrá visto alguna vez un reloj realmente exclusivo o una pluma estilográfica decorada con líneas grabadas. Las tramas se vuelven preciosas gracias al arte de los maestros guillocheurs (grabadores), llamados así por el instrumento que utilizan para grabar el metal. Se trata de una técnica que nació hace mucho tiempo (se dice que allá por 1600) y que, en particular, estuvo en boga entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

En 1909, Eugenio Renzetti, abuelo de Riccardo, puso su nombre a uno de los talleres de orfebrería más famosos especializados en esta refinada técnica, el cual, a día de hoy, sigue siendo un punto de referencia en Milán y en todo el mundo en materia de decoraciones guilloché. Después de pasar varios años ​​en Florencia como aprendiz en uno de los talleres florentinos de orfebrería más prestigiosos, encontró trabajo en París, en Fabergé, donde aprendió lo mejor del arte de la joyería, como los grabados guilloché, técnica ampliamente utilizada para embellecer las superficies de sus célebres creaciones, entre las que destacan los famosos huevos. Cuando volvió a Milán, abrió un taller dedicado a la joyería, a la platería y al tratamiento de metales preciosos, y pronto se convirtió en uno de los joyeros más solicitados por la aristocracia milanesa, quienes le encargaban piezas únicas para lucirlas por primera vez en La Scala o en cualquier otro evento importante.

La tradición familiar continúa hoy en día con su nieto Riccardo y sus numerosas colaboraciones con empresas internacionales, incluida Nobili, para la que deja su firma en la preciosas superficies guillochés de los mezcladores Dress: dos tramas con dos motivos distintos a elegir (chevron y escocés) para «vestir» esta línea de mezcladores, donde la vanguardia productiva de Nobili se une al encanto de la intervención artesanal: los gestos del guillocheur son los mismos que hace más de cuatrocientos años; lo único que ha cambiado ha sido el material de la herramienta para grabar, ya que, en lugar de acero, que se desgasta rápidamente, hoy se utilizan puntas de carburo cementado, un metal con una dureza similar a la del diamante. La paciencia y la precisión del maestro guillocheur se mantienen inalterables en el ejercicio de un arte antiguo y delicado: es necesario ser sensible y poseer una predisposición para lo bello.

«Si se quieren obtener ciertas incisiones, la mano de una persona es inimitable, el maestro guillocheur debe ser capaz de mantener presión constante: una mínima diferencia produce una variación en la trama. Aunque se emplee una máquina, no se puede confiar en referencias mecánicas. La exclusividad se esconde en la desviación de la regla. El artesano entra dentro de la decoración dándole ese calor humano que una máquina no puede darle». El dominio técnico refleja la pasión y ofrece objetos inmortales. Los hipnotizantes revestimientos de guilloché son tramas intemporales, un nuevo diálogo entre la industria y la alta artesanía artística.